Después de hacer el safari por el Parque Nacional de Chobe y pasar un día en la piscina del hotel, decidí continuar mi viaje. Como comenté, no me gustaba mucho el ambiente del hotel así que no quería quedarme más tiempo. MI siguiente parada era Maun, en el noroeste, la principal ciudad para visitar el Delta de Okavango. Para ir desde Kasane, la ciudad donde estaba, hasta Maun el camino más corto es cruzando por el parque Chobe, pero son caminos de tierra muy lentos. La única manera de pasar por allí es con tu propio coche 4×4 o con un safari organizado. Para llegar a Maun en transporte público hay que dar un poco de vuelta. Cogí primero un minibús de unas 4 horas hasta la ciudad de Nata, al sur de Kasane, y desde allí otro minibús hasta Maun, unas 8 horas en total. La verdad es que el trayecto fue mucho más rápido de lo que esperaba. Pero las carreteras en Botswana son aburridísimas. Son completamente rectas y durante todo el camino ves exactamente lo mismo. El paisaje es llano, desértico, sólo con algunos arbustos bajos. En el segundo bus tuve la suerte de coincidir con otros cuatro mochileros. Eran una pareja de suizos, Pascal y Tabitha, Clara, una chica israelí que viajaba sola, y Virginia, de Singapur, que también viajaba sola. Todos íbamos al mismo sitio así que al llegar a Maun nos paramos en un restaurante a comer porque estábamos muertos de hambre y después cogimos un par de taxis para ir a Okavango River Lodge. Aquí el ambiente era bastante diferente que en Kasane. Era un lodge con zona de acampada y la mayoría de gente eran viajeros independientes. Había algunos mochileros pero sobretodo mucha gente que está recorriendo el sur de África en coche. Como comenté, un tipo de viaje muy común en esta zona. Mi intención era pasar un día de relax en el lodge y el día siguiente hacer alguna excursión para visitar el delta. Me alojé en unas tiendas que tenían montadas delante del delta, muy sencillas, pero con cama y unas vistas geniales. Esa noche, antes de irme a dormir, estaba leyendo en la cama y oía algún animal que estaba comiendo hierba al lado de la tienda. Pensaba que eran las vacas que estaban siempre por allí. Pero cuando abrí la puerta para ir al baño me llevé una buena sorpresa ¡Tenía un hipopótamo enorme justo delante! A unos dos metros. Los hipopótamos se pasan el día dentro del agua para protegerse del calor, y por la noche salen a comer. Cuando abrí la puerta hice bastante ruido con la cremallera y se asustó. Corrió unos metros hacia el agua y volvió a quedarse quieto. Ya no estaba tan cerca pero aún podía verle perfectamente. Era increíble. Miré alrededor a ver si había alguien más para compartir la emoción, pero estaba sola. Entré a buscar la cámara y le saqué una foto. Fue una pena que se asustara con el ruido, si hubiera sabido que estaba allí hubiera ido con más cuidado.
Una de las actividades más popular aquí es hacer un vuelo en avioneta para ver todo el paisaje desde el aire. Como ya había hecho algo parecido en las Cataratas Victorias, decidí que no iba a hacer este vuelo, porque no quería gastarme tanto dinero. Pero al mediodía, cuando estaba tranquilamente tomando el sol en la piscina del hotel llegaron Pascal y Tabitha y me hicieron una oferta que no pude rechazar. Se habían pasado toda la mañana buscando ofertas por la ciudad para hacer el vuelo panorámico y habían conseguido algo por muy buen precio. El tema es que hay que pagar para alquilar la avioneta y el coste es el mismo independientemente de la gente que vaya. Virginia y Clara también lo querían hacer así que si yo me apuntaba nos salía por 70 euros una hora de vuelo. Comparado con lo que había pagado en las Cataratas Victoria (140 euros por 15 minutos en ultraligero) o en el Masai Mara (300 euros por una hora en globo) esto era realmente muy barato. La avioneta era de cinco así que aún quedaba una plaza libre. Pascal llamó a la empresa para decirles que yo también me apuntaba y que me reservaran el sitio. Al llamar le dijeron que justamente una pareja de alemanes también quería hacer el vuelo así que habían cambiado la avioneta y ahora cabíamos siete en vez de cinco. Total, que al final nos salía por 50 euros por cabeza. Eso era casi un regalo. Y además, no había tenido que preocuparme por nada. Me encanta organizar viajes y actividades, pero de vez en cuando se agradece que alguien lo haga por ti. Fui con Pascal y Tabitha a la ciudad y allí nos encontramos con los demás. La avioneta salía del aeropuerto de Maun, así que teníamos que pasar los típicos controles de seguridad como si fuéramos a coger cualquier vuelo normal. Pero el aeropuerto es muy pequeño. El piloto era un chico muy joven, muy delgadito y con cara de niño, parecía que tuviera 18 años. Después descubrimos que tenía 24. Antes de subir a la avioneta nos estuvo enseñando sobre un mapa lo que íbamos a sobrevolar. Básicamente recorrimos todo el delta por el aire. Las vistas eran espectaculares. El Delta de Okavango es el delta más grande del mundo que no está en el mar. Es decir que el agua del río simplemente ha inundado toda la zona. Esto hace que haya un tipo de vegetación muy especial. Desde el cielo se ven diferentes tonos verdes y amarillos, y varios canales de agua. También algunos sitios donde el agua se acumula y se crean lagos. Hay muchas partes que parece que sean tierra pero en verdad esa agua cubierta de plantas acuáticas. Entre los canales hay varias islas, algunas muy pequeñas, y otras más grandes. Desde el aire pudimos ver también a varios grupos de animales, como elefantes, ñus, cebras, hipopótamos y gacelas. Fue una experiencia increíble. Tuve mucha suerte de poder hacerlo y de coincidir con este grupo de gente, había muy bien ambiente. La única parte mala es que puedes marearte muy fácilmente. Por suerte a Pascal le habían avisado y él y yo decidimos tomarnos una pastilla para el mareo antes de subir a la avioneta. Al parecer fue una buena decisión, porque de los otros cinco, las cuatro chicas acabaron bien mareadas y no pudieron disfrutar tanto del vuelo.
El Delta de Okavango es uno de los sitios más exclusivos para hacer safaris de lujo. Dentro del delta hay varios hoteles pequeños y extremadamente lujosos a los que se llega con avioneta. También hay la opción de hacer safaris en barcos motorizados para ver animales. Pero esto tampoco quería hacerlo porque ya había hecho varias cosas similares. Al final opté por una cosa más modesta pero mucho más emocionante. Pascal y Tabitha también se apuntaron así que fuimos los tres juntos. Haríamos una salida de dos días con un mokoro, una especie de canoa típica del delta y acamparíamos en una de las islas para pasar la noche. Salimos temprano por la mañana y nos llevaron en un barco del lodge durante media hora aproximadamente al interior del delta. Nos dejaron en un pequeño poblado donde viven los polers (los que llevan los mokoros). Allí conocimos a Lee y Julius, los que serían nuestros polers y guías durante los dos días. En cada mokoro pueden ir un máximo de dos personas con alguna mochila. Pascal y Tabitha subieron en uno que llevaba Julius y yo me subí en otro con todas las mochilas con Lee. Lo más gracioso era que, para que estés cómodo, ponen unas sillas de plástico, parecidas a las del metro, pero no están pegadas en la barca, así que son portátiles, algo que después descubrimos que era bastante útil. Estuvimos navegando durante una hora aproximadamente con los mokoros entre pequeños canales hasta llegar a una isla. Viajar en mokoro es muy relájate. La pequeña barca se desliza lentamente sobre el agua cristalina del delta. El agua está completamente quieta y es totalmente transparente. Todo está lleno de plantas y flores acuáticas y vas pasando entre los pequeños canales que se han ido creando por el paso de las barcas. El mokoro es el medio de transporte tradicional de aquí. En realidad, para llevarlo no hay que remar. Como todo el delta es muy poco profundo lo que hacen es empujar la barca con un palo. Disfruté muchísimo ese rato de viaje. El paisaje, los colores, el ruido de las ranas y los insectos, todo es genial. Y además Lee me hizo un bonito collar con una de las flores. Al llegar a la isla preparamos el campamento. Cada uno plantó su tienda y Lee fue a buscar algunos troncos para hacer fuego. Cogimos nuestras sillas de plástico portátiles y las pusimos alrededor. Durante el día estuvimos en el campamento, esperando a que bajara el sol e hiciera menos calor para ir a caminar. Aproveché para intentar llevar el mokoro. Es mucho más difícil de lo que parece. Cuando les ves a ellos parece que sólo sea una cuestión de fuerza, muy sencillo. Pero cuando lo intenté me di cuenta de que llevar la barca hacia dónde quieres no es fácil. Vamos, que no hacía más que dar vueltas sobre mi misma. Al final conseguí avanzar unos cuantos metros pero después no sabía volver. Al menos nos echamos unas risas. También aprovechamos para bañarnos. Sí, en el mismo sitio donde hay los hipopótamos y otros animales. Pero en estas ocasiones lo mejor siempre es seguir los consejos de los locales. Y si ellos dicen que pueden bañarte es que puedes. La verdad es que con el calor que hacía y con esa agua tan limpia apetecía mucho un baño.
Por la tarde fuimos con Lee a hacer una excursión caminando. Julius se quedó vigilando el campamento. Teníamos que ir a la isla de al lado. Como ahora no llevábamos mochilas, nos subimos los tres en el mismo mokoro. Esta vez los canales eran mucho más estrechos, de hecho había trozos que el canal estaba todo cubierto de plantas y teníamos que ir agachados y protegiéndonos la cara con los brazos. Era divertido. Al llegar a la isla, Lee enseguida detectó un grupo de elefantes. De hecho, desde el campamento ya habíamos visto uno a lo lejos. Al principio no les veíamos muy bien, pero nos fuimos acercando poco a poco. Lee nos dijo que puedes acercarte hasta unos 100 metros más o menos. Después de caminar un rato les teníamos delante. Era un grupo de más de veinte enormes elefantes y nosotros estábamos allí, sin coche y si nada, delante de ellos. Es la primera vez que hago un safari o una excursión donde hay animales salvajes y no voy en coche o no hay alguien armado. Y lo mejor es que estábamos completamente solos, no había nadie más en toda la isla. Es increíble la experiencia que tiene esta gente con los animales. Llevan tanto tiempo con ellos que saben perfectamente cómo tratarles, lo que se puede hacer y lo que no. Lee sabe identificar si un elefante quiere atacarte o no y como hay que aproximarse a ellos. Nosotros sólo le seguíamos y observábamos alucinados los animales. Además, por allí podía aparecer perfectamente cualquier otra bestia. Lee nos estuvo contando varias experiencias en las que había tenido leones justo al lado. Según nos dijo, los elefantes tienen muy mala vista y sólo te detectan por el olor. Lee se fijó en la dirección del viento y nos pusimos de tal manera que el aire no llevara nuestro olor hacia los elefantes. Pero tampoco puedes quedarte mucho rato en el mismo sitio porqué sino al final sí que te detectan. El grupo iba caminando lentamente y había uno de los elefantes, al parecer un macho que no era bien aceptado en el grupo, que caminaba hacia otra dirección. Se aproximaba hacía nosotros. Pero no porque quisiera atacarnos, simplemente porque quería ir hacia allí, seguramente ni nos había visto. Poco a poco nos fuimos alejando y seguimos la excursión por otro lado de la isla. Pero los ruidos de los elefantes se oían continuamente. Lee estaba todo el rato pendiente de lo que hacían. Cuando ya teníamos que volver nos dijo que teníamos un problema. Los elefantes estaban justo en medio del camino por el que teníamos que pasar para llegar a la barca. Pero tampoco se le veía muy preocupado. Dijo que esperáramos un poco para ver si se movían y sino ya veríamos lo que hacíamos. Nos fuimos acercando poco a poco y al cabo de un rato volvíamos a tenerles delante. Esta vez nos acercamos aún más, había muchísimos y los teníamos allí, sólo para nosotros. Es genial observarles. Esta vez creo que lo de los 100 metros no lo cumplimos del todo. Lee dijo que teníamos que pasar justo por allí. Además se estaba poniendo el sol así que no podíamos esperar mucho. Le miramos esperando que nos diera alguna solución. Y él, tranquilamente nos dijo: pues hay que hacer que se vayan. Vale, ¿Y cómo se hace eso? Pues mucho más fácil de lo que nos imaginábamos. De repente, Lee dio un par de palmadas secas y fuertes. Los elefantes empezaron a moverse al instante. ¡Increíble! Me pareció realmente sorprendente que esas enormes bestias se asustaran con eso. Así que poco a poco, y con la ayuda de alguna palmada más, se fueron apartando. Estuvimos caminando unos metros al lado de ellos hasta llegar a la barca. La imagen era preciosa. Teníamos los elefantes al lado, y detrás una espectacular puesta de sol. Es de las cosas más bonitas que he visto en todo el viaje. De verdad que en el Delta hay momentos que te da la sensación de que alguien ha pasado por allí y lo ha colocado todo para que fuera perfecto. Cuando volvimos al campamento Julius nos dijo que otro grupo de varios elefantes había estado justo al lado de las tiendas y que también había tenido que dar algunas palmadas para que se alejaran. Parece que es una técnica bastante utilizada en la zona.
Por la noche cocinamos pasta para cenar. Pascal y Tabitha tenían camping-gas y olla así que fue muy cómodo. Después de la cena fuimos a un campamento que había a unos metros del nuestro. Era un campamento mucho más glamuroso. Era un grupo de unas 20 personas que iban con un tour organizado que les habían montado unas tiendas enormes con camas plegables que parecían habitaciones. Fuimos allí porqué los guías del grupo iban a hacer un espectáculo. Cuando llegamos estaban todos sentados alrededor del fuego con sus sillas plegables. Nosotros llegamos con nuestra silla de plástico portátil, que parecía robada de algún sitio. Todos nos miraron un poco sorprendidos, pero se movieron y nos dejaron un hueco. Con nuestro “estilazo” nos sentamos allí en medio. Teníamos una pinta muy graciosa con esas sillas en el suelo, rodeados de gente en sillas normales. Los guías estuvieron cantando, bailando y haciendo algunas tonterías durante un buen rato, fue divertido.
El día siguiente nos levantamos a las 5.30h, y a las 6 salimos con el mokoro para hacer una excursión en otra isla cercana. Esta vez también nos acompañó Lee, y Julius se quedó en el campamento. Estuvimos más de cuatro horas caminando por la isla y vimos muchísimos animales. Lo más espectacular fue ver a un grupo de cinco jirafas muy de cerca y un grupo de cebras que se pusieron a correr pasando a muy poco metros de nosotros. También vimos ñus, hipopótamos y gacelas. No había elefantes esta vez, pero se veían sus rastros. Otra vez fue increíble ver la habilidad que tiene Lee para rastrear animales. Mira las cacas, las huellas y los movimientos de otros animales para intuir dónde están. Es realmente impresionante. El paisaje era precioso y cambiaba constantemente. Hay zonas muy verdes con varios árboles. Trozos con palmeras muy altas. Zonas llanas con lagos y otras zonas muy secas de colores amarillentos. Es genial caminar por allí y otra vez estábamos completamente solos en toda la isla. La última hora de caminata fue un poco dura ya que por seguir a los animales nos habíamos alejado bastante de la barca. A esa hora el sol ya pegaba muy fuerte y hacía muchísimo calor. Pero tuvimos tiempo de descansar en el campamento antes de volver. A media tarde nos llevaron otra vez en el mokoro hasta el poblado y allí nos recogió la barca del lodge. Ha sido una de las mejores experiencias del viaje. He hecho varios safaris y he visto a muchos animales durante este tiempo, pero esta vez la experiencia fue especial. Ir caminando y que no haya absolutamente nadie más hace que todo sea mucho más auténtico. África no deja nunca de sorprenderte.
El día siguiente me despedí de Pascal y Tabitha que se fueron del lodge para continuar con su viaje, y yo volví a pasar un día de relax en la piscina. Mi siguiente objetivo era llegar a Windhoek, la capital de Namibia. Pero estaba lejos, a unos 800 km, y hacerlo en un día era casi imposible, así que decidí hacer una parada a medio camino. Después de la buena experiencia que había tenido con el transporte público en Botswana pensé que sería rápido llegar hasta Ghanzi, la ciudad donde quería pasar a noche. Pero me había ilusionado antes de hora. La eficiencia del trayecto de Kasane a Maun había sido la excepción que confirma la regla. Rápidamente comprobé que viajar por Botswana es igual de incierto que por cualquier otra zona de África. Me habían dicho que el bus hacia Ghanzi salía a las 8.30h. A las 8h el taxi ya me había dejado en la estación de autobuses, así que iba sobrada de tiempo. Pero ir sobrado de tiempo no sirve de mucho aquí. Había sólo un par de personas esperando, raro, porqué normalmente hay bastante gente. Sobre las 8.30h llegó el bus. Subí mis maletas y volví a salir para esperar fuera porque tenía pinta que aún quedaba rato. Al cabo de media hora un tío un poco alarmado se nos acercó corriendo a los que estábamos esperando. Nos dijo que subiéramos rápido que el bus se iba. A veces es increíble el morro que llegan a tener. Se pasan horas sin hacer absolutamente nada y después te meten prisas como si ahora viniera de dos minutos. Pero lo mejor fue que el autobús sólo se movió un par de metros y se paró en el siguiente poste. Pensaba que recogeríamos a alguien y nos iríamos, pero no. En ese momento me quedé dormida. Cuando me desperté había pasado otra media hora y seguíamos en el mismo sitio. Entonces decidí preguntarle al conductor a qué hora tenía previsto salir. Una pregunta absurda, pero a veces según te responda puedes hacerte una idea de si va a ser una hora o cinco. Pues me dijo que el bus tenía que salir a las 12.30…..?¿!Cómo!?!”¿ Pero a ver, porque todo el mundo me ha dicho que tenía que correr tanto…Bueno pues a esperar, esperar, esperar…me dijo que no me preocupara que seguramente se llenaría antes y si se llenaba saldríamos. Ya veis que fiabilidad tienen los horarios aquí. Al final salimos a las 11.30h. La carretera fue igual de monótona que cualquier otra de Botswana.
El autobús me dejó en la parada de Ghanzi y allí cogí un taxi para que me llevara al único lodge de la zona que estaba a pocos quilómetros de la ciudad, el Thakadu Bush Camp. El taxi se paró en el desvío de la carretera principal y me dijo que el trozo de camino de tierra que llegaba hasta el lodge no podía hacerlo. ¡Joder! Yo no podía hacer esos 3 quilómetros con todas las mochilas, la compra del super y con la solana encima, estábamos a 40 grados. Allí había una pequeña tienda y les pregunté si podían llamar al lodge para que vinieran a buscarme. Pero me dijeron que no. Pero el taxi seguía allí porque no le iba a pagar hasta que encontrar como llegar al lodge, allí no me quedaba. Por suerte paso una señora que iba con un jeep y me dijo que me acercaba. Siempre hay una manera. A excepción del norte, done hay los parques de Chobe y Okavango, el resto de Botswana es desértico, lo que se conoce como el desierto de Kalahari. No hay mochileros por allí. Solo tours y gente que viaja en coche. El lodge era un sitio en medio de la nada. Pero tenía piscina y la comida era buenísima. Cené muy bien. También había unos carteles con frases divertidas en las puertas del baño. Pero aparte de eso no había nada interesante que hacer. Así que decidí salir la mañana siguiente hacia Windhoek. Esta vez tampoco había un bus que cruzara la frontera, así que tenía que coger un bus hasta allí, y al otro lado buscarme la vida. Me habían dicho que podría coger otro autobús allí.
Una chica del lodge me dejó en coche en la parada de autobuses a las 10h. En teoría el primero salía a las 11h. Pero rápidamente vi que eso no iba a suceder. Les pregunté a las cuatro personas que había por allí a qué hora salía el bus. Unos me dijeron a las 12h y otros a las 13h. Perfecto, me tocaba esperar indefinidamente otra vez. Esta zona de África es muy muy diferente a todo lo que he visto en el este. Normalmente las paradas de buses eran los sitios más caóticos de la ciudad. Con millones de personas corriendo de un lado al otro. Gente intentando venderte de todo y otros liándote para que te subas a su taxi. En Botswana no hay nadie en las estaciones. Eso estaba desértico. Un par de personas vendiendo agua fría y alguna tontería y cuatro personas cobrando para utilizar el baño (sí, cuatro personas para hacer este trabajo). Por suerte había un edificio con una sala de espera donde se estaba bastante fresco…y allí me quedé, pasando el rato. Cada vez parecía más difícil poder llegar a Windhoek ese día.
Al final salimos a las 12.30h. El trayecto en bus fue monótono. Por si aún no lo había dicho, eso es desértico. Lo más curioso es que durante el trayecto subieron varias mujeres Herero. Una tribu africana que está principalmente en la zona norte y este de Namibia. Pero también hay algunos que están en la zona oeste de Botswana. Lo peculiar de esta gente es que las mujeres llevan un vestido que llama mucho la atención. Son de estilo Victoriano, extremadamente voluminosos, con colores chillones y a conjunto con un sobrero de una forma muy curiosa que nunca había visto antes. Es difícil no mirarlas. Ellas en sí ya son bastante voluminosas, altas y anchas, pero es que con esos vestidos es impresionante el espacio que ocupan, no sé ni cómo se podían meter en esos asientos. El espacio que hay en los asientos de Ryanair es un lujo comparado con esto. Además, siempre van cargadas con bolsas de todo tipo y niños. Me agobiaba solo de verlas, no quiero imaginar el calor que tienen que pasar con eso. En fin, esas son las cosas buenas que tiene viajar en transporte público, ves a la gente de la zona.
El bus me dejó en una gasolinera a 10 quilómetros de la frontera. Parece que en Botswana nadie te deja en la puerta. Los chicos de la gasolinera llamaron un taxi para que viniera a recogerme. Pero después de esperar media hora y ver que no aparecía, ellos mismos le pidieron a una pareja que iba en un coche viejo y destartalado que me acercaran a la frontera. Me llevaron sin problema. Cada uno iba hablando por el móvil así que casi ni hablé con ellos. Al llegar a la frontera, pasé por la oficina de inmigración de Botswana para que me pusieran el sello de salida. Es la primera vez que cruzo una frontera y no viene nadie a cambiarme dinero. ¡Eso es el puto (perdón) desierto! ¿Lo había dicho ya? Allí no había nadie. Sólo camineros y algún turista cruzando con su propio coche. Era la única loca que estaba por allí sin su vehículo. Para llegar hasta la oficina de inmigración de Namibia tenía que caminar unos 500 metros, bajo la solana. Cuando estaba caminando tranquilamente por la cuneta paró un camión y me dijo que me llevaba, y me acercó hasta las oficinas. Lo primero que hice fue preguntar a qué hora salía el bus. Había un grupo de 3 chicos y una chica que teóricamente estaban trabajando pero no hacían nada. Se miraron entre ellos y después me miraron y me dijeron: “creo que aquí no hay ningún bus, lo mejor que puedes hacer es subirte en un camión”. Algo que ya hacía un rato que me temía. Pero la chica fue muy simpática y habló con un amigo suyo que llevaba un camión y tenía que ir hasta Windhoek y le pidió que me llevara. Pasé los controles de sanidad e inmigración y después estuve esperando con esta chica a que el chico del camión pasara todos los trámites. Eso era increíble. El chico iba con un tráiler gigante. El chico parecía simpático. Subió mi mochila dentro del camión y nos despedimos de la chica. Laurence, el camionero, trabaja para una empresa de transportes y lleva cerveza de namibia hacia Johannesburgo. Ahora estaba de vuelta y llevaba el camión lleno de botellas vacías para volver a rellenarlas. Ahora el camión pesaba 21 toneladas, pero cuando está lleno… ¡Pesa 36 toneladas! No había subido nunca en un camión. Era muy nuevo, con unas butacas muy cómodas y con una cama para descansar. Desde allí arriba eres el rey de la carretera. Tenía una panorámica mil veces mejor que la que tenía desde el bus. Para ir de Johannesburgo a Windhoek la manera más rápida es siguiendo la autopista trans-Kalahari que une las dos ciudades cruzando el desierto por el centro de Botswana. Pero no os imaginéis una autopista al estilo occidental. Es simplemente una carretera asfaltada. Solo hay un estrecho carril en cada dirección y no hay ni arcén. Estuvimos cuatro horas y pico por una carretera completamente recta y larguísima. Como nos dirigíamos hacia el oeste vimos una puesta de sol espectacular. La última hora fue dura, porqué Laurence estaba muy cansado. Había empezado a conducir a las 4 de la mañana, una locura. Se dormía y tenía que hacer esfuerzos para mantener los ojos abiertos. Si hubiera estado solo hubiera parado a dormir, pero él quería llevarme hasta Windhoek sí o sí. Intenté darle conversación todo el rato para que no se durmiera. Me estuvo explicando sus batallitas en la carretera. La verdad es que era muy majo, y una vez en Windhoek me dejó en la puerta del hostal. Cómo mola que te dejen en la puerta de “casa” con un tráiler. Fue un viaje duro y pesado pero una experiencia inolvidable.
Ahora ya hace varios días que estoy en Windhoek. Estoy esperando a que lleguen dos amigos, Iván y Judith. Llegan el jueves y vamos a alquilar un jeep para hacer una ruta por el norte de Namibia durante dos semanas. Tiene muy buena pinta. Pero os explico los detalles en la próxima entrada que esta ya empieza a parecer una novela.
Podéis ver las fotos del delta en el siguiente link:
Rosa dice
Quina passada el delta i l’excursio a les illes! Hi ha unes fotos genials. La del nenufar gran es molt maca. Molt original el collaret que et va fer el Lee amb el nenufar.
Continues trobant gent encantadora….El camioner que no et va voler deixar fins que no et va portar a l’hostal…. sembla mentida la disposicio de la gent per ajudar….
Tens unes fotos molt xules que surts tu, estas molt maca!
Petons
Kris Xerca dice
Jejej si ha sigut una experiencia genial…i sempre s’acaba trobant la manera d’arribar! la majoria de les persones son bona gent!!
Rosa dice
Que son aquestes boles que tenen a les fotos el Lee i el Pascal?
Kris Xerca dice
Caca d’elefant jajaja
Ahora toca viajar dice
Magníficas aventuras las que se pueden vivir en África,eso sí, sin prisa ni estrés!
Viajar en autobuses locales puede llegar a ser pesado pero es la mejor forma de conocer el día a día de la gente local.
¡Qué bueno lo de las sillas! Hay que cargar con lo mínimo y aprovechar los recursos que uno tiene.
Si algún día nos encontramos con una manada de elefantes ya sabemos como asustarles. 🙂
¡Un abrazo desde México!
Pedro Vicuña Parodi dice
Muy bueno el post, vaya aventuras estais viviendo en africa, me alegro que este yendo fenomenal!!!
Maria dice
Sin duda una experiencia única, me lo apunto para ir, saludos 🙂
Aitziber dice
Hola Kris, estoy preparando un viaje a Namibia y tu relato me está ayudando un montón! Así que aprovecho para hacerte alguna pregunta. Mi idea es hacer una ruta en 4×4 por Namibia pero me han entrado dudas sobre sí, ya que estoy, visitar el delta del Okavango o no. Tu que me aconsejarías? Y a las cataratas victoria? Pudiste visitar algún poblado San? Un saludo y gracias por tu relato
Kris Xerca dice
Hola Aitziber!
Me alegro de que mi relato te sea útil. Que bien que estés planeando un viaje a Namibia!
Pues a ver…tanto el Delta de Okavango como las Cataratas Victoria son sitios preciosos. Si te aconsejo ir o no eso ya es más complicado…depende principalmente del tiempo que tengas y de lo que quieres priorizar.
Mi primer consejo siempre es no intentar ver demasiadas cosas en poco tiempo. Entonces, en función del tiempo del que dispongas pues ya tienes que ver si prefieres hacer Namibia con más profundidad o en cambio ver un poco de cada. Combinar Namibia con Delta de Okavango y las Cataratas Victoria es muy viable y hay mucha gente que lo hace. Si por ejemplo te gustaría visitar más o menos lo mismo que nosotros en Namibia entonces necesitarías como mínimo otra semana más para hacer los otros dos. Sino pues sería descartar algunas de las zona más remotas de Namibia y ver Okavango y Victoria.
Namibia es principalmente desierto. Los paisajes son espectacular y la sensación de inmensidad que tienes allí no la vas a tener en ningún otro lado. También es muy interesante ver la tribu de los Himba.
Yo no pude ver ningún poblado San, pero es posible en algunas zonas tanto de Namibia como de Botswana.
El delta de Okavango es un paisaje completamente opuesto a Nambia, ya que es agua, verde etc. Es precioso. Además de camino puedes pasar por la zona de Caprivi strip que también dicen que es muy bonita (yo eso no lo vi).
La Cataratas Victoria son también espectaculares. Pero son unas Cataratas. Eso ya depende de lo que te guste. Lo que merece la pena de ir hasta allí es para hacer alguna cosa de aventura, que hay miles de opciones (puenting, raftinc, vuelo en ultraligero etc.)
En fin, no se si te he ayudado mucho, pero repito, mi consejo final es selecciona y no quieras verlo todo y pasarte el santo día metida en el coche!!
(En el blog también tengo los relatos de mis experiencias por Okavango y las Victoria)
Ánimos con la planificación del viaje!!
u4fifa twitch dice
youre really talented.